Despertarse, asomarse a la ventana y descubrir que la nieve ha blanqueado el paisaje. Desayunar con calma, calzarse los esquís y disfrutar -en silencio- de la primera bajada del día mientras notas como el frío te golpea las mejillas.
El pasado finde vivimos una experiencia de cuento en uno de los valles más aislados del Pirineo Catalán: La Vall de Núria.
Accesible únicamente en tren cremallera, Núria desprende esa magia de los sitios recónditos que hacen que te olvides de todo. En realidad, estamos a poco más de una hora de casa.
Para los peques solo el viaje en tren ya merece la pena, pero al salir del último túnel, descubrimos un paisaje de postal con el Santuario de Núria en el centro de un valle blanco. Justo delante el gran lago helado y detrás, una pequeña estación de esquí y una zona lúdica para los más peques.
Nuestra aventura no termina aquí: cargamos el equipaje al teleférico que nos lleva al refugio Pic de l'Àliga - a más de 2000m de altura- con unas impresionantes vistas sobre el valle.
Se trata de un albergue de montaña en medio de las pistas de esquí. La única manera de llegar a él es con el teleférico o esquiando, así que ya puedes imaginar al sensación de aislamiento que transmite.
A pesar de la austeridad de las instalaciones -habitaciones con literas (con baño, eso sí) y comedores tipo escolar - su privilegiada situación lo convierten en un paraíso para los amantes de la montaña.
Este invierno hemos recuperado nuestra afición al esquí, y aunque esta es una estación muy pequeñita tiene un tamaño más que suficiente para las peques.
Si le sumas la facilidad de encontrar ofertas que incluyen tren + forfait y la posibilidad de dormir en medio las pistas... ¡Núria se convierte en un destino de ensueño!
¿Te gusta esquiar?
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